sábado, 31 de julio de 2010

Lágrimas de cristal.


CAPÍTULO UNO




La manecilla del reloj de la estación recorrió con gracia los últimos pasos que le faltaban para llegar a las siete. Al mismo tiempo, el tren en el que viajaba Susana anunciaba su inminente puesta en marcha a los rezagados pasajeros que aligeraban el paso. Un niño pequeño era arrastrado a toda prisa por su madre junto con unas maletas… pronto se perdieron en el tren.
Es curioso cómo, cuando menos te lo esperas, tu cabeza se pierde en pensamientos intrascendentes, cosas en las que nunca reparas, tratando de evadirse  del dolor, ya que, en medio de todas estas cosas en las que me fijaba, estaba Susana.
-- Oye, ¿estás aquí? – me preguntó.
-- Aquí mismo – esperando lo inevitable. Está claro que mi expresión ausente hizo que se alarmara.
-- Ya es la hora… o subo, o me dejan en tierra… -- es muy fuerte, estaba intentando mantener la compostura en un momento así, aunque un creciente brillo en sus ojos delataba su tristeza.
Le acaricié su pelo, lacio y oscuro mientras la miraba y pensaba que decirle. Lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas, aunque continuaba con su impasibilidad fingida. Sequé sus lágrimas con mi pulgar a la vez que la besaba. Sentía como mi corazón se sobresaltaba mientras pensaba que aquel podría ser nuestro último beso.


viernes, 30 de julio de 2010

El aburrimiento y el alcohol.






La ilusión se completó  al fin con la caída del engendro alvino.
Las lágrimas dieron paso a un desfile de alabanzas inmerecidas.
El buen gusto de los que aman, apaciguó los ánimos de los exaltados.
Finalmente, las gaviotas volverán.

Dicen que cien pasos más allá del fin del mundo, en un lugar físico del mundo inmaterial, se encuentra el Pozo sin fondo de las Ideas Rechazadas. Colmado de todo tipo de pensamientos inconexos, cada trescientos años debe ser vaciado. Las frases, que como lágrimas brotan del pozo, inundan con una especie de incomprensión salina el mundo que se extiende a sus pies.

Las horas se doblan, los días se comprimen, los meses perecen a sus pies.
El Diluvio dará paso a una nueva Era. Adorad a Cthulhu de R'Lyeh.

lunes, 19 de julio de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ(VI)

Tras pegarse una ducha, Carla sin otra elección se vistió de nuevo con su único atuendo, que Mario tan atentamente había lavado y planchado. Decidió acompañarlo en sus quehaceres, y así pagarle de alguna manera, todo cuánto estaba haciendo por ella. Sentada a su lado lo emuló y con una bayeta fue limpiando el polvo acumulado en el lomo de los libros. Durante un buen rato, ambos se mantuvieron en silencio, sólo de vez en cuando sus miradas se cruzaban e intercambiaban tímidas sonrisas. Tenía tantas preguntas que hacerle pero temía contrariarle, y la verdad, se había portado tan bien con ella que le angustiaba molestar a tan encantador anciano. Pero la curiosidad por obtener alguna respuesta hizo que rompiese aquella barrera y se atreviese a indagar.
- Supongo, que el camisón es de su esposa.
- Si. En efecto - le contestó tajante el librero.
- Perdone que me entrometa en su vida- continuó Carla- pero compréndame, he despertado en un lugar extraño donde no conozco a nadie y...
- Tienes razón- la interrumpió él- me he comportado como un verdadero maleducado. Espero que sepas perdonar a este pobre viejo. Llevo tanto tiempo solo que a veces me doy cuenta de lo huraño que puedo llegar a ser.
- Pero..

jueves, 15 de julio de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ (V)

Carla hundió sus manos en los bolsillos del pantalón. El verano tocaba a su fin y la brisa matutina se colaba en sus huesos. Decidida a comenzar de nuevo siguió caminando sin prever una ruta, esperando encontrar al final de aquel camino, alguna señal. A medida que avanzaba, aquella angosta carretera se mostró ante si como un río serpenteante, que cambia su curso para no adentrarse en la naturaleza. Parecía no tener fin. El sol ya estaba casi en lo alto, y en todo aquel tiempo, ningún ser humano había dado señales de vida. El desasosiego empezaba a apoderarse de sus ánimos, y con los pies doloridos, algo dentro de si la empujaba a abandonarse a su suerte. Se sentó en la cuneta y dejó que los párpados se le cerrasen. Quizá, aquello era lo que le deparaba el futuro, una muerte irremediable pondría así fin a su triste existencia.

miércoles, 14 de julio de 2010

Los Puntos de Vista: La Unión Forzada y el Acuerdo Desinteresado. (Principios)

Bueno, aquí intento ir organizando algunas ideas antes de que las olvide, como casi siempre hago. Todavía son tan solo un par de tonterías, pero espero organizarlas y desarrollarlas cuando sea un poco menos ignorante en los temas que intento tratar. Espero que no se malinterprenten, pues son solo palabras.


Desde que el hombre se desarrolló como ser pensante y gracias al nacimiento del lenguaje y la escritura, ha sido posible que el conocimiento acumulado se haya transmitido generación tras generación hasta nuestros días.
Esto ha posibilitado el aprendizaje tal y como lo conocemos hoy día.
Además, el acercamiento de la cultura y el conocimiento a la gente, de una forma casi global, posibilita que cada persona pueda ser dueña de su mente, poseedora de su propia opinión en cualquier tema.
De hecho, estoy convencido de que el mundo es totalmente diferente visto a través de personas diferentes. Cada uno posee un punto de vista propio y único que es el que define al mundo ante sus ojos. Lo que para uno es blanco, para otro es negro y ambas son verdades de carácter relativo a sus puntos de vista.
No quiero decir con esto que toda discusión sea infundada, ni que todos tenemos razón siempre, ahí es donde entran, poco a poco, los dos temas que quería iniciar hoy.

La Unión Forzada. 

martes, 13 de julio de 2010

Dios dame paciencia

Peor que el que nunca habla es el que nunca escucha. Cuantas veces e intentado entablar con alguien una conversación y antes de que finalice la primera frase ya me está interrumpiendo con palabras fuera de contexto que nada tienen que ver con el discurso original. Como los odio.

Igual que el trepa que durante un paseo de varias personas acelera el paso y se te cruza delante con la excusa de hablar con el que tienes a tu derecha. Luego reduce la velocidad justo delante de ti haciéndote perder el contacto con el pelotón.

Esos que siempre te están diciendo en que están ocupados sin que nadie se lo haya preguntado, y te enteras de hasta cuando se echan un pedo. Intentan impresionar a la gente dándose autobombo, empleando vocabulario técnico que solo los hace quedar como unos 'bobos'. No hay nada peor que alguien que se cree el ombligo del mundo, cuando no es más que la última colilla pegada en la suela de un zapato. Por si los intentas reconocer suelen tener una vocecilla aguda y desagradable, y hablan mecánicamente como los contestadores.

Son realmente repulsivos. Pero que divertido es cuando intentan comunicarse entre dos de estos espécimenes. Empiezan a pisarse las palabras y notas como se empiezan a agobiar al no tener el canal de comunicación libre. Un sudor frío les recorre las sienes y los ojos les empiezan a bizquear. Su cara se transforma en un amplio muestrario de muecas y tics nerviosos. Luego comienzan a elevar el tono de voz para intentar adueñarse de la situación y compiten a ver quien dice la tontería mas grande. Al final los dos se retiran a sus guaridas, posiblemente a las afueras de la ciudad, con la sensación de que han ganado, pero en realidad solo tienen un poco más podrida la boca.

Justo ahora tengo a dos de esos pájaros detrás de mi.

lunes, 12 de julio de 2010

Campeones del Mundo

¡¡ENHORABUENA!!

sábado, 3 de julio de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ (IV)

Tras la trifulca los internos comenzaron a salir al patio, sentados en los bancos que poblaban aquel jardín, disfrutaban de los primeros rayos que se colaban entre los majestuosos camelios. Alguno por su avanzada edad necesitaba de ayuda para desplazarse, enfermeras y celadores los conducían hasta el lugar elegido por cada uno, y aquellos uniformes blancos que iban y venían rompían la perfección cromática de aquel cuadro. Carla seguía dándole vueltas a la frase, seguro que el acertijo es fácil - pensó, pero esta mierda de medicación no deja que me concentre. Se le ocurrió que si pudiese tener acceso a un ordenador, a través de Internet, podría intentar dar con una solución. Había varios en el edificio, uno en la entrada, pero las recepcionistas no abandonaban su puesto en todo el día, el segundo estaba en el despacho de la directora, que a esas horas aún estaba trabajando y el tercero, estaba en la consulta de Luca de Tena, el psiquiatra. Corrió hacia la entrada, burlando a su paso a todo aquel que podía desbaratar la idea que había tenido. El despacho estaba en la primera planta, y la cafetería aunque en el mismo piso, estaba situada en el ala sur del edificio. Sólo necesitaba esperar hasta las once, a esa hora todas las mañanas como un reloj, el doctor hacía un alto en el camino y durante media hora tomaba su café y hojeaba la prensa. Faltaban cinco minutos, se coló en el cuarto de la ropa sucia, y allí entre montones de camisones y sábanas espero a tener vía libre. Pasaban diez minutos de las once y oyó como la puerta del despacho se abría, unas voces que sonaban lejanas acordaban una reunión para el día siguiente a la misma hora. Se despidieron mientras que la llave giraba en la cerradura. Los pasos fueron alejándose hasta que el claqueteo se perdió en la lejanía del pasillo; era el momento de ponerse manos a la obra. Necesitaba algo metálico para abrir la cerradura, un alambre, una horquilla del pelo, pero todos sus objetos personales le habían sido requisados una vez había entrado, para preservar así la seguridad de todos los internos.

viernes, 2 de julio de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ (III)

Carla aún llegó a tiempo de colocarse en la fila; pero dos gorilas franqueaban la puerta mientras que el primer grupo, que había entrado, ocupaba su sitio. Los miró de soslayo, se imaginó dos armarios de Ikea de esos de fácil montaje y una sonrisa se dibujó en su cara, hasta que sus miradas se cruzaron con la de ella. Agachó la cabeza creyendo que así la perderían de vista, con esa creencia que tenemos todos cuando somos niños, con esa que nos hacía mirar hacia el suelo, intentando esquivar la mirada inquisitoria del profesor que buscaba voluntarios para salir al encerado. Pero Carla sabía que no sirve de nada esconderse cuando el "profe" te tiene manía: su experiencia en aquel lugar se lo corroboraba cada día que transcurría. Y mientras en su imaginación seguía agazapada, sintió como una zarpa se hundía en su brazo. Las piernas comenzaron a temblarle y temió levantar la vista. Se había comportado como una verdadera idiota y aquel traspiés podía costarle un buen retraso en su salida. Con el chivatazo de un simple celador, como eran aquellos dos, ya podía despedirse de su tan ansiada libertad.
- ¡ Buenos días, Carla! - le espetó sonriente el celador, que aún la mantenía agarrada.
- ¡ Buenos días, Teo! - contestó timidamente.
- He pensado - continuó- que siendo estos tus últimos días entre nosotros bien te mereces no tener que esperar esta cola tan larga. Así que si te parece bien, voy a colarte - le susurró al oído.
- Me parece una idea estupenda - apostilló rápidamente, intentando que se notase lo menos posible el ataque de ansiedad que estaba sufriendo en aquel momento. Con la otra mano se sacó el pelo de delante de la cara con la mayor naturalidad posible y acompañó al celador hasta la entrada. Se despidieron con una mueca de aprobación por ambas partes, y la joven con paso firme, se dirigió a la mesa  en la que desayunaba habitualmente.

jueves, 1 de julio de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ (II)

El chirriar de unas ruedas que se acercaban, interrumpió su sueño. Deben ser las 8 - pensó Carla. La doberman empezaba con su rutina matutina despertando a su paso a todo el mundo. De un manotazo abrió la puerta de la habitación, y con la otra mano empujó el carrito contra ella para que esta no se cerrase. Se acercó a la ventana y descorrió violentamente las cortinas a la vez que les profería toda clase de insultos a las moradoras de aquella habitación. Una a una se fueron desperezando pero a Carla le gustaba sacarla de sus casillas. Se hacía la dormida, hasta que la celadora fuera de si se acercaba a zarandearla. Siempre esperaba hasta el tercer o cuarto empujón, para abrir sus ojos, y luego se disculpaba amablemente con una sonrisa pícara. Desde el primer día, culpó al exceso de medicación de su falta de obediencia, y aquel juego la mantenía entretenida en aquel lugar donde los días duraban 72 horas. Incluso con el tiempo logró convencer al psiquiatra para que se la redujese. No había sido fácil; pero aquel anciano, tras cuatro décadas allí encerrado, estaba cansado de pelear y se dejaba ir como método para no complicarse la vida. Aquella mañana Carla se sentía especialmente feliz porque esa misma semana se cumplía la fecha marcada. Al fin los cinco años de internamiento habrían terminado y volvería a retomar su vida donde la había dejado. Ansiaba tanto su libertad pero a la vez el miedo a salir al exterior le asustaba terriblemente. Durante todos aquellos años había tenido tiempo, más que suficiente, para repasar mentalmente lo sucedido en el mes que precedió a su encerramiento. Pero cuántas más vueltas le daba, menos sentido tenía todo para ella . No había ni una sola explicación lógica, al menos,  los asesinatos habían cesado. A veces, a pesar de que el dictamen forense le había sido favorable, creía estar loca o  que la sensatez la abandonaba más veces de lo habitual en cualquier ser humano. Acusada de homicidio por imprudencia, el tribunal dictaminó que su discernimiento se había visto afectado momentaneamente ante los sucesos acontecidos, o dicho en la jerga jurídica: "locura transitoria o trastorno de la personalidad transitorio". El jurado popular también había tenido mucho que ver en el hecho de que Carla no hubiese terminado con sus huesos en la cárcel. Por decisión unánime solicitaron al tribunal, que al no poseer ningún tipo de antecedente, la pena de prisión mayor requerida por el fiscal se tradujese en el internamiento en un centro de salud mental por el tiempo que su señoría estipulase.

La sirena sonaba al fondo del pasillo, rebotando en cada una de las paredes y haciendo un ruido hueco que se mezclaba con el anterior; era la hora del desayuno. Y si no se daba prisa, la doberman le arrebataría la bandeja como ya había hecho otras veces. Entornó la ventana lo suficiente para que quedase una rendija, y que así el humo del cigarrillo robado no pudiese ser detectado. Bajo a toda prisa. Aún no lo sabía pero le esperaban un día muy largo.

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