A lo largo de la historia se han contado numerosas mentiras, falacias que han llegado hasta nosotros, y que nadie pone en duda, supongo porque es tan larga su duración en el tiempo que se han convertido en verdades como templos. Y de templos, y de historias, pero sobre todo, de mentiras va este artículo: habrá quién se lo crea, otros no, pero como reza en el encabezado de este blog: "si no vemos más allá es porque no queremos".
A estas alturas, he de suponer, que todos conoceis del hurto del Códice Calixtino, uno de los libros más famosos y más antiguos que servía como guía a todos los peregrinos que se embarcaban a recorrer el camino santo hacia Compostela. De entrada, este libro comienza ya con una mentira, una carta del Papa Calixto II, el autor dice ser dicho Papa, y que esribe el libro tras un duro trabajo de 14 años recopilando la información. Todo esto queda descartado, teniendo en cuenta que murió en 1124 y aún se tardaron años en publicar el Códice. Lo que si es cierto, es que el autor, denominado como Scriptor I, usó dicha carta, verdad en su totalidad y que iba dirigida al monasterio de Cluny y al arzobispo Gelmirez (Santiago de Compostela), para otorgarle así la importancia que en aquel momento no hubiese conseguido sino la hubiese incluido. Y aquí he de hacer un alto en el camino, para hablar del arzobispo Gelmirez, el artífice de todo el tinglado que hay en Santiago.
Noble de cuna, gracias a los trabajos realizados en la corte consiguio que le nombrasen arzobispo, y a partir de ese momento, toda su vida giró en engrandecer a la ciudad, y con ello también su nombre. En principio, transladó la sede espiscopal de Iria Favia (Padrón) a Santiago. En 1075 comienzan los trabajos en la pequeña iglesia, que hoy conocemos como catedral, y que duraron más de 150 años. Consiguió la independencia total de Roma, impuso un tributo a los peregrinos con el que llenar sus arcas, y arovechó la costumbre ancestral de peregrinar hacia finisterre para atraerla hacia Santiago. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes del este peregrinaban en masa hacia el fin de las costas gallegas: la muerte del sol en el océano, símbolo de la muerte y posterior resurreción personal, atraía a creyentes de todas las partes del mundo. Sobre este camino. los romanos tras la invasión hispánica construyeron una vía romana, que luego los cristianos aprovecharían con mucha inteligencia para convertirla en su camino de Santiago. Todos os estaréis preguntando por qué la sede episcopal estaba en Iria y no en Santiago, si allí reposan los restos del apóstol. Pues la respuesta es bastante sencilla: los cultos ancestrales gallegos. Cuando los romanos llegaron a Galicia, se encontraron con un pueblo fuerte, guerrero, y con una arraigada creencia en la naturaleza: los celtas. Muchos siglos les costó conseguir que aquel pueblo aceptase el cristianismo, con un solo dios que desterraba a todos los que ellos veneraban. Así que la manera más fácil que encontraron para la conversión de aquellos bárbaros fue el usar sus lugares de culto, maquillando un poco la realidad. Pero con el tiempo, el cristianismo tuvo que hacer frente a la peor de sus batallas: la segregación dentro de sus propias filas. Mientras unos abogaban por mantener vivo el espíritu inicial de la religión - pobreza, castidad- otros sólo buscaban el enriquecimiento de la Iglesia, como excusa del enaltecimiento de Dios en la tierra. Durante esta pugna, entre los siglos IV y V, por Galicia se extiende una de las muchas corrientes que se oponen a la iglesia de aquel momento, corrupta y decadente. Prisciliano, un joven gallego, extiende su pensamiento por estas tierras, en un intento de recuperar la religión inicial. Perseguido por sus creencias, tanto él como varios de sus seguidores son decapitados. Dice la leyenda, y digo leyenda porque no hay manera de confirmarlo ni desmentirlo, que sus restos fueron enterrados en Iria flavia, algo bastante obvio, teniendo en cuenta que era su pueblo, y que a pesar de su muerte, el priscilianismo siguió vivo. De hecho, se tuvieron que hacer varios concilios para intentar frenar su proliferación; el último en Toledo en el año 663, trescientos años después de la muerte de Prisciliano, lo que deja constancia del arraigo de su fe entre sus seguidores. Por algo, en la leyenda de Santiago se dice que estuvo en Iria Flavia predicando en una de sus visitas a Galicia, por algo su barca de piedra llegó a Galicia, y sus restos transladados a un lugar no muy lejano entre Padrón y Santiago. Por algo seguimos siendo aquellos celtas ingenuos: la única manera que han encontrado de cristianizarnos ha sido usando nuestros ancestrales ritos, y nos parecen nuestros porque realmente el lugar era ese, sólo que nos han cambiado el ídolo. Y ahora preguntémonos, por qué Roma consintió que se erigiera otra sede catedralicia cuando ya existía la de Braga, más antigua, y cuna de la cultura, por qué consintió que se dejase de peregrinar a Roma en pos del nuevo destino. Pues todo tiene una explicación, que viene siendo la misma de siempre: dinero -oro sin ir más lejos. Eso fue lo que le ofreció Gelmirez al Papado, más oro del que jamás habían visto. Dinero de los incautos peregrinos que llenaban los hostales a lo largo del camino, y que él sabiamente había mandado construir. Dinero de los jornaleros, de los canteros, de sus familias, de todos los que hicieron prosperar la ciudad con su trabajo, para que sólo un hombre se enriqueciese. Y ahora todos preocupados porque el Códice no está, a ellos no les ha preocupado jamás, porque el libreto este no les llena las arcas. Lo que se las llena está a buen recaudo, y lo que consideran un peligro lo hacen desaparecer. Lo han hecho siempre y lo seguirán haciendo pese a quien le pese.
A estas alturas, he de suponer, que todos conoceis del hurto del Códice Calixtino, uno de los libros más famosos y más antiguos que servía como guía a todos los peregrinos que se embarcaban a recorrer el camino santo hacia Compostela. De entrada, este libro comienza ya con una mentira, una carta del Papa Calixto II, el autor dice ser dicho Papa, y que esribe el libro tras un duro trabajo de 14 años recopilando la información. Todo esto queda descartado, teniendo en cuenta que murió en 1124 y aún se tardaron años en publicar el Códice. Lo que si es cierto, es que el autor, denominado como Scriptor I, usó dicha carta, verdad en su totalidad y que iba dirigida al monasterio de Cluny y al arzobispo Gelmirez (Santiago de Compostela), para otorgarle así la importancia que en aquel momento no hubiese conseguido sino la hubiese incluido. Y aquí he de hacer un alto en el camino, para hablar del arzobispo Gelmirez, el artífice de todo el tinglado que hay en Santiago.
Noble de cuna, gracias a los trabajos realizados en la corte consiguio que le nombrasen arzobispo, y a partir de ese momento, toda su vida giró en engrandecer a la ciudad, y con ello también su nombre. En principio, transladó la sede espiscopal de Iria Favia (Padrón) a Santiago. En 1075 comienzan los trabajos en la pequeña iglesia, que hoy conocemos como catedral, y que duraron más de 150 años. Consiguió la independencia total de Roma, impuso un tributo a los peregrinos con el que llenar sus arcas, y arovechó la costumbre ancestral de peregrinar hacia finisterre para atraerla hacia Santiago. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes del este peregrinaban en masa hacia el fin de las costas gallegas: la muerte del sol en el océano, símbolo de la muerte y posterior resurreción personal, atraía a creyentes de todas las partes del mundo. Sobre este camino. los romanos tras la invasión hispánica construyeron una vía romana, que luego los cristianos aprovecharían con mucha inteligencia para convertirla en su camino de Santiago. Todos os estaréis preguntando por qué la sede episcopal estaba en Iria y no en Santiago, si allí reposan los restos del apóstol. Pues la respuesta es bastante sencilla: los cultos ancestrales gallegos. Cuando los romanos llegaron a Galicia, se encontraron con un pueblo fuerte, guerrero, y con una arraigada creencia en la naturaleza: los celtas. Muchos siglos les costó conseguir que aquel pueblo aceptase el cristianismo, con un solo dios que desterraba a todos los que ellos veneraban. Así que la manera más fácil que encontraron para la conversión de aquellos bárbaros fue el usar sus lugares de culto, maquillando un poco la realidad. Pero con el tiempo, el cristianismo tuvo que hacer frente a la peor de sus batallas: la segregación dentro de sus propias filas. Mientras unos abogaban por mantener vivo el espíritu inicial de la religión - pobreza, castidad- otros sólo buscaban el enriquecimiento de la Iglesia, como excusa del enaltecimiento de Dios en la tierra. Durante esta pugna, entre los siglos IV y V, por Galicia se extiende una de las muchas corrientes que se oponen a la iglesia de aquel momento, corrupta y decadente. Prisciliano, un joven gallego, extiende su pensamiento por estas tierras, en un intento de recuperar la religión inicial. Perseguido por sus creencias, tanto él como varios de sus seguidores son decapitados. Dice la leyenda, y digo leyenda porque no hay manera de confirmarlo ni desmentirlo, que sus restos fueron enterrados en Iria flavia, algo bastante obvio, teniendo en cuenta que era su pueblo, y que a pesar de su muerte, el priscilianismo siguió vivo. De hecho, se tuvieron que hacer varios concilios para intentar frenar su proliferación; el último en Toledo en el año 663, trescientos años después de la muerte de Prisciliano, lo que deja constancia del arraigo de su fe entre sus seguidores. Por algo, en la leyenda de Santiago se dice que estuvo en Iria Flavia predicando en una de sus visitas a Galicia, por algo su barca de piedra llegó a Galicia, y sus restos transladados a un lugar no muy lejano entre Padrón y Santiago. Por algo seguimos siendo aquellos celtas ingenuos: la única manera que han encontrado de cristianizarnos ha sido usando nuestros ancestrales ritos, y nos parecen nuestros porque realmente el lugar era ese, sólo que nos han cambiado el ídolo. Y ahora preguntémonos, por qué Roma consintió que se erigiera otra sede catedralicia cuando ya existía la de Braga, más antigua, y cuna de la cultura, por qué consintió que se dejase de peregrinar a Roma en pos del nuevo destino. Pues todo tiene una explicación, que viene siendo la misma de siempre: dinero -oro sin ir más lejos. Eso fue lo que le ofreció Gelmirez al Papado, más oro del que jamás habían visto. Dinero de los incautos peregrinos que llenaban los hostales a lo largo del camino, y que él sabiamente había mandado construir. Dinero de los jornaleros, de los canteros, de sus familias, de todos los que hicieron prosperar la ciudad con su trabajo, para que sólo un hombre se enriqueciese. Y ahora todos preocupados porque el Códice no está, a ellos no les ha preocupado jamás, porque el libreto este no les llena las arcas. Lo que se las llena está a buen recaudo, y lo que consideran un peligro lo hacen desaparecer. Lo han hecho siempre y lo seguirán haciendo pese a quien le pese.
3 comentarios:
Sí, y tampoco dirán nunca que quien está en la cripta es Prisciliano y que el cuento de Gelmírez les vino bien para echar a moros y judíos de España. Bravo Finita!!!
Si Adri, que sería de nosotros sin nuestro Santiago matamoros...
Todo al final se resume en que, con la Iglesia hemos topado...jajajajaja
un beso enorme, y gracias por seguir pasándote:)
Bueno, por suerte son otros tiempos. Hoy en día, tenemos el mundo en la palma de la mano, como bien dices, el que quiera puede ver más allá. ¿la iglesia? Un instrumento de opresión política, en su día, un hombre temeroso de dios es un hombre subyugado... pero como decía, son otros tiempos, creo que todo esto está acabado y ahora son poco más que un instrumento decorativo.
El Códice por su parte es una obra de arte sea cual sea su procedencia y su fin (historias que desconozco en realidad).
Para variar, estoy divagando y no recuerdo que quería deciros, así que, simplemente que me alegro de que sigáis pasándoos por el blog!
Un saludo!
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