viernes, 24 de septiembre de 2010

NO FUTURE...FOR ME?

Hay momentos en la vida en que la incertidumbre, del futuro, planea sobre nuestras cabezas como ave de rapiña. En esos instantes, en que la desesperación por lo acontecido pulsa en nuestras sienes como un martillo,¿qué deberíamos de hacer? Acaso lo mejor, sería rendirse. Podríamos cavar un pozo y hundirnos en él hasta que el barro ahogue nuestros gritos. Quizá deberíamos rasgarnos las vestiduras ante las tropelías cometidas delante de nuestros ojos, flagelarnos hasta que la sangre derramada fuese tinta. ¿Acaso serviría? El camino es duro y pedregoso, lleno de escollos, que incluso parecen insalvables. La vida nos pesa, encorva nuestros hombros la fría losa del pasado, que intenta mantenernos anclados. Cortad vuestras sogas, liberaos de ataduras y pesos inútiles, dejad paso a la incertidumbre porque lo que hoy te ahoga, mañana, será pasado.

lunes, 20 de septiembre de 2010

S.O.S

Me siento como Sigourney Weaber en "Alien". Tras despertar de mi letargo veraniego, compruebo que después de la ardua lucha del invierno, estoy sola. Sólo me mantiene viva la esperanza, y por ello lanzo este S.O.S a la Tierra, con la esperanza de que alguien oiga este mensaje, y de nuevo volvamos a la lucha, a través del interespacio.

UNA PARTIDA DE AJEDREZ(X)

La brisa atravesaba el valle en un intento de acariciar cada uno de los seres que la habitaban. Revolvía el pelo de Manuel hacia delante y hacia atrás, incluso hacía remolinos que, de vez en cuando le dificultaban la visión. Entró al pueblo por la calle principal, en el mismo momento en el que el astro rey hacía su aparición tras las montañas, arrastrando los pies contra el negro asfalto. Llevaba toda la noche caminando, y sus doloridos pies pedían a gritos un descanso.
- Ya falta poco- les dijo, como si tuviesen vida propia. Y tras girar en la primera esquina, avistó la casa de su amigo Tomás. Tomó aliento durante un instante y luego estampó varias veces sus nudillos sobre aquella puerta maciza. No se oía nada.
- Quizá,- pensó- aún duerma. Pero el desasosiego comenzó a apoderarse de su alma. Volvió a golpear de nuevo la puerta, y al cabo de unos minutos una voz ronca preguntó: ¿quién anda ahí?
- Abre Tomás, soy yo, tu amigo Manuel.
La puerta se entreabrió despacio, y tras ella,  un anciano encorvado se apoyaba en un andador. Manuel dejó caer la mochila al suelo, y estrechó delicadamente entre sus brazos a su amigo. Habían pasado tantos años que la emoción los embargó inevitablememte. En cuánto se repusieron del encuentro, Tomás condujo a su amigo al interior de la casa, y allí frente al hogar, ambos dieron cuenta de los veinte años que llevaban sin verse.

martes, 7 de septiembre de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ(IX)

Esa noche Carla no pudo dormir. Su corazón se agitaba dentro del pecho como un conejillo asustado y sus ojos se mantenían fijos en la luna. No paraba de darle vueltas a aquel asunto. Si cerca de ella se encontraba una de aquellas figuras malditas, no tenía ni la menor idea de donde podía estar. Intentaba ordenar sus pensamientos pero su razón le decía que aquello era sólo un cuento; un cuento para niños, o aún peor, un juego para locos. Como podía depender de unas simples figuras el orden mundial. En que cabeza cabría pensar que su poder fuese tan ilimitado que se produjesen asesinatos y todo tipo de tropelías. Barajando todas estas hipótesis, al fin le sobrevino el sueño, ya de madrugada.


Manuel recibió el alta esa tarde, a pesar del altercado que había protagonizado hacía un mes. El cuadro médico no se lo tuvo en cuenta. Los había convencido con un buen comportamiento durante aquel tiempo. Ya eran demasiados años, en aquel lugar, del que entraba y salía a su antojo. Todos sabían que era el más cuerdo en aquel centro, y a pesar del hincapié que se hizo en su caso, nunca lograron averigüar que llevaba a aquel hombre tan culto y educado , a ingresarse voluntariamente en el psiquiátrico. Supusieron que un desengaño amoroso lo había llevado a aquel estado. Nunca sabrían lo lejos que estaban de la verdad.
Recogió sus cosas y acabó de meterlas en aquella mochila de cuero que llevaba acompañándole tanto tiempo. Ajada por el uso, las esquinas se habían ido deshilachando, dejando entrever parte de su contenido. Se la puso al hombro y tras cruzar la entrada, tomó el mismo camino empedrado que Carla había recorrido durante su salida. Debía de darse prisa si quería llegar a  La Seu D´Urgell antes de que anocheciese.

domingo, 5 de septiembre de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ (VIII)

Ella estaba muerta de curiosidad pero temía inmiscuirse en la investigación de su compañero. Matías, durante un momento, levantó la vista y percibió la exhaltación en los ojos de su amiga.
- Creía recordar - comenzó diciendo - que hace años en alguno de estos libros había leído algo curioso sobre un ajedrez. Pero mi frágil memora de viejo no me está ayudando.
- ¿Y qué tenía de especial? - le espetó. Y se dio cuenta de la brusquedad con la que había preguntado. Quiero decir - continuó- que no entiendo, que tendría que ver ese ajedrez del que me hablas, conmigo.
Matías no le contestó. Siguió ojeando sus libros hasta que al cabo de un rato salió de su mutismo. Pegó un brinco y señalando con su índice aquella página no paraba de gritar:¡¡¡¡ Lo encontré , lo encontré!!!!!!! Estaba tan entusiasmado con su hallazgo que no se percató de que Carla ya no estaba en aquella habitación. Matías no la necesitaba y creyó que podría ser más útil en la librería. Así que bajó a la tienda a preparar un par de pedidos que habían tenido esa semana. Y allí la encontró él, cuando eufórico, fue a buscarla. Estaba tan nervioso y feliz a la vez, que antes de contarle su hallazgo la estrechó entre sus brazos con tal fuerza que Carla sintió como se mareaba.
- ¡Ven, creo que he encontrado la solución!- le dijo entre risas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ(VII)

Carla despertó justo al alba, como cada mañana desde hacía un mes. Sebastián era más puntual que cualquier reloj suizo; en el preciso instante en el que el primer rayo de sol despuntaba en el horizonte, hinchaba sus pulmones y luego soltaba su kirikiki como si dispusiese de mil vatios de sonido. La primera mañana, la joven sobresaltada, se levantó echa un basilisco, y al abrir la ventana, no se le ocurrió mejor idea que lanzarle un vaso de agua. Sebastián herido en su orgullo, se tomó a pecho su cometido, y a partir de ese día decidió que el tejado del vecino era un lugar mejor para dar la bienvenida al nuevo día. Sin embargo,  al cabo del tiempo entre ellos se estableció una tregua. Carla arrepentida, comenzó a dejarle, en el alféizar de su ventana, unas migas de pan, y él en agradecimiento se contorneaba durante unos minutos, exhibiendo su plumaje.

Cuando bajó, Matías ya estaba enfaenado en la cocina. El olor que emanaba de la cafetera inundaba toda la estancia, y se mezclaba con cada uno de los ruidos que salían de alguna parte de la encimera. Se sentó en una esquina dispuesta a deleitarse con la sinfonía que interpretaba cada uno de los aparatos. En la sartén el crepitar del bacon se fundía con los gorjeos de la cafetera, y en la otra punta, los chasquidos de las tostadas emulaban unos timbales lejanos. Y Matias, espumadera en mano, dirigía son sobriedad y talento aquella magnífica orquesta; digna de las mejores óperas del mundo.
Se habían acostumbrado el uno al otr4o. Carla no tenía prisa por irse. Nadie la esperaba, tampoco tenía a donde ir. Y Matías, aunque reacio a que se le notase, guardaba para su fuero interno la felicidad que le producía tenerla, a ella, en casa. Como en los viejos tiempos, cuando Irene y él coparían su vida en aquel lugar.

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