lunes, 31 de enero de 2011

Miedo




¿ Qué hemos de sentir cuando sabemos que nuestro fin está cerca? ¿ Qué pensamos de aquel que tenemos enfrente, oculto tras un fusil?
Igual no pensamos, ni sentimos. Para que malgastar nuestros últimos segundos en algo tan vacuo e inútil a la vez, quizá lo único que de sentido a nuestra perdida es que ese, que será nuestro verdugo, es como nosotros. Yo usaría mis últimos minutos para eso, para mirarlo a los ojos, y ver, que tras el gatillo también vive el miedo.

miércoles, 19 de enero de 2011

No quiero ser un poeta

No quiero ser un poeta,
ni clamar al cielo el perdón.
No quiero gritarle al viento mi condena,
ni esperar que vuelva el almendro en flor.
No.
No quiero ser un poeta,
filósofo vagabundo de besos evaporados,
carne trémula en tus manos,
marioneta de esos brazos que escaparon.
No.
No quiero ser ese alma errante,
ojos si mente,
corazón sin pecho,
pies de plomo que me anclan al suelo.
Si.
Quiero sentir, de nuevo, la arena,
que me caliente el este,
y dormirme en el oeste,
quisiera ir al sur, y perder el norte.
Si.
Necesito sentir que la brisa no me daña,
que el gris se evapora con mi última lágrima.
Anhelo la certeza,
 el brillo de las estrellas perennes.
Por eso,
no quiero ser un poeta.
Maullando por las esquinas
en la oscuridad de un callejón inerte,
sin más compañía, que la mia propia.

Espero que vuelva pronto la paloma cautiva,
la flor de azahar que alimenta mis suspiros.
Espero, encontrar refugio,
escapar de la noche que me persigue sin tregua.

No.
No quiero ser un poeta.
Si.
Quiero que esa metáfora dulzona
embriague mis sentidos,
que se instale en el horizonte,
que sea mi bandera.


Porque, si, quisiera ser un poeta.

jueves, 13 de enero de 2011

Me aburro...


Me aburro, siento ese amuermamiento generalizado que paraliza mi cuerpo, y sobre todo, mi cabeza; el embotamiento de mis sentidos, el sistema nervioso paralizado por unas neuronas empalagadas, hinchadas de hastío e indiferencia. Percibo, a cada instante, como esta lengua transgresora, se apoltrona cómodamente dentro de su húmedo hueco, negándose a participar de lo cotidiano.

 Me aburro de tal manera que mis oídos se han declarado en huelga, impotentes, cansados de no captar nada diferente, y ahora sólo me queda, refugiarme en el silencio del aire que viaja entre mi pelo. Apoltronada en un rincón, con mis huesos doloridos, recuerdo que una vez la aguja del reloj se movía. Rememoro, con cierta nostalgia, cuando percibía la luz del sol que entraba por mi ventana, y cuando ansiaba la llegada de la luna, porque necesitaba hablar con ella.

Sí, vivo de recuerdos, porque el aburrimiento se ha instalado definitivamente en mi vida, porque es más fácil reflexionar sobre lo que una vez aconteció, que pararse a construir lo que luego vendrá. Sospecho que he encontrado la fórmula para curar esta melancólica parálisis, pero creo que no voy a hacerlo.

lunes, 10 de enero de 2011

Cuentos

Escribir, contar, decir, hablar, soñar sobre papel lo inventado, lo que aún queda por descubrir. Cambiar palabras por unos hechos que jamás sucedieron, maquillar ese pasado, historia llena de engañifas de los que un día estuvieron y fueron. Necesito que se oiga el palpitar de mis sienes, cuando en una ecuación maquiavélica, se pone a pensar. Oigo los engranajes, chirriando; como esas ruedas acaban encontrando otra pequeña ruedecita donde encajar, y entonces, todo se pone a funcionar. Escribiendo lo que se esconde tras esa puerta, lo oculto,  jeroglíficos sin descifrar que arrastro hasta el papel buscando alguien que les de sentido. Contar, contar, contar, resuena en mi cabeza como un eco traicionero, y va dando golpecitos de un lado a otro, esperando el momento adecuado para salir afuera, como ese volcán que estalla arrastrando todo a su paso. Y sigo contando, y escribiendo, porque algo me dice ahí dentro que todo son sueños. Sueños, soñar, vivir en una ensoñación permanente sin parar a pensar de donde procede, sin intervenciones foráneas que nos digan que no sirven, que serán en ese futuro, que no llega, pasto de las llamas. Fuego purificador que todo lo soluciona, que todo lo arregla, pero que jamás tocará nuestros sueños, nuestras palabras. Cuentos que se irán con el viento allá donde nadie pueda apresarlos y anidarán en la copa más alta, a la espera de que alguien quiera oírlos. Y cuando la brisa acaricie, de nuevo, esas ramas, las historias brotarán como frutos nuevos a la espera de ser recogidos. Cuentos, cuento, en voz alta, con los dedos, el tiempo que falta para que estos engranajes suenen de nuevo.

viernes, 7 de enero de 2011

La caída de la Virgen Roja

Allá por los inicios del siglo XX, Aurora vivía en Ferrol, librepensadora y atea, llevaba ya tiempo urdiendo un plan. Tras un tiempo, escogió al que sería el padre idóneo de su criatura, y tras quedarse embarazada, lo abandonó, y se transladó a Madrid. Allí, en la capital, nació un nueve de diciembre de 1914, Hildegart Rodríguez Carballeira. Los planes de Aurora estaban saliendo a la perfección: su hija, su creación como prototipo de mujer del futuro, pronto dió señales de genialidad. A los tres años, ya escribía, a los ocho era capaz de hablar seis idiomas y a los diecisiete terminó la carrera de Derecho. Activista política desde muy temprana edad en el PSOE, y luego en el Partido Federal, pronto comenzó a ser conocida, e incluso a ser reconocida internacionalmente. Víctima de sus convicciones, fue expulsada del partido socialista, cuando publicó en el periódico La Libertad, un artículo criticando una posible alianza entre el partido y un político reaccionario. Tras esto, es elegida secretaria de La liga española por la reforma sexual , que presidía el doctor Gregorio Marañón, lo que la llevó a relacionarse con personalidades influyentes de la época como  H.G. Wells; e incluso publicó multitud de textos, y una monografía titulada La Revolución Sexual, que en su primera semana en las librerías, vendió 8.000 ejemplares sólo en Madrid.

Pero Aurora no era feliz. A medida que el tiempo transcurría su mente llena de paranoias y confabulaciones, le hicieron ir en contra su propia hija. Más de una vez Hildegart intentó zafarse de las oscuras garras de su madre, de esa protección enfermiza a la que era sometida. Incluso Wells, en un viaje a la ciudad le ofreció convertirse en su secretaría personal. Se irían a Londres, y allí lejos de la potestad materna, le ayudaría a desarrollar todo aquel potencial mal aprovechado. Sin embargo, Aurora no lo permitió, estalló llena de ira y amenazó con suicidarse si ella se marchaba de su lado; no fue la única vez que lo hizo.

La locura de la mujer, viendo que su obra, no era lo que ella había concebido, decidió destruirla. La noche del nueve de junio de 1933, Hildegart murió de cuatro disparos: tres en la cabeza  y uno en el corazón. Hubo quién, en una visión más amable del macabro asesinato, quiso pensar que una posible relación amorosa de la joven había sido el desencadenante del suceso. Sin embargo Aurora, siempre mantuvo que la había asesinado, porque desde hacía años, su hija la amenazaba constantemente con abandonarla.

 Y no podía permitirlo, ella la había creado.

jueves, 6 de enero de 2011

Para Teresa

Para Elisa, o Elizabeth... ni si quiera hay pruebas concluyentes de quién eras en realidad. Y sin embargo, serás siempre recordada.


Valentina Lisitsa. Una de mis pianistas contemporáneas preferidas. Fíjate, como toca tu dichosa canción. Carcajada general entre la audiencia que no da crédito a lo que ve. Una pianista de renombre tocando tu canción... puag!

Llorona, caprichosa, la aspirante a pianista de la que nunca se supo. Solo fuiste un nombre falso en un papel.
¿Una alumna, una amante, un capricho? Un fantasma en una esquina de cara a la pared. Una espalda sin rostro. ¡Da la cara! Bicho (<--no es locura, lo puse por que rimaba...jaja). Prosigo, no te libras hoy, estoy harto de oírte. Siempre me evocas la triste imagen del fracaso y no puedo evitar, de pasada, verme en ella reflejado, sentado, al piano, partitura al frente, veo tu nombre escrito en cada nota, siento la tristeza, el dolor... pero al fin veo que no es mío lo que siento. Es tu tristeza, y tu fracaso. La niña que no podía tocar una sonata y le escribieron una bagatela. En la menor (uuu). La menor de cinco hermanas. Inútil, coño. 

¿Cómo puede ser que alguien que no existió hace 200 años siga jodiendo tanto ahora?
Teresa...

(Bueno hasta aquí mi disertación.
Que conste que me encanta la canción y que esto es un blog de ciencia ficción.
Ala, que a gusto me he quedau xD.)

martes, 4 de enero de 2011

La primavera vendrá

Hoy es el día, el momento ha llegado
la inocencia perdida, de la golondrina que vuela,
se esparce por el suelo
como escarcha de invierno.

Impregnada la hiedra de color esperanza,
se enreda en los troncos,
que una vez, antaño, fueron tapizados de la melancolía
que salpica esos corazones estrujados.

Pueblos vacíos, abandonados,
hilos que penden de las ventanas,
 zapatos sin pies desnudos,
horas que ya no tienen medias.

Melodías encadenadas con arenas del desierto,
letras ensoñadas,
candidez olvidada,
entre las nubes del pasado.

Y entre piedra y piedra del camino,
cientos de semillas
de la primavera que pronto vendrá
buscando un corazón donde poder anidar.


lunes, 3 de enero de 2011

Azul

Seara llegó,a casa, cansada. Tiró con los libros en la cama, y se dejó caer a su lado como si su cuerpo ya no tuviese vida. En su mente agitada, los pensamientos se peleaban por sobreponerse unos encima de otros: la tarea de matemáticas, la de física, el trabajo de literatura...pero antes aún debía de terminar de leer el libro trimestral.
Alicia descansaba en la última estantería de la librería, y se deslizó hasta caer en el escritorio, arrastrando consigo una fina capa de polvo que se convirtió en una inesperada nevada para los folios esparcidos por aquella mesa.
Seara, asustada por el golpe seco que produjo el libro al caer, se levantó rápidamente a ver que sucedía. La novela permanecía balanceándose, en el filo de la madera, con sus brazos abiertos, intentando no caer hacia la nada. Seara lo salvó, justo cuando sus fuerzas comenzaban a flaquearle, y lo incierto del abismo era lo único que le deparaba el futuro. La niña lo levantó, y con la mirada siguió el párrafo que señalaba su dedo índice.

Entonces, azul, todo a su alrededor se tiñó de azul; una cascada azul se colaba por su ventana inundando todo a su paso, incluso ella también era azul. Los cristales que estallaban a su paso, se convirtieron al segundo en una fina lluvia azul que mojó sus zapatos, y que comenzó a deslizarse por debajo de su puerta, como un río que va hacia el mar...La habitación comenzó a dar vueltas, y vueltas, y vueltas hasta diluirse en un gran agujero de pequeñas pelotitas azules que no paraban de girar y que la atraían hacia él como si se tratase de un imán gigante. Seara sintió como el miedo corría por sus piernas, parecían dos postes atados al suelo, y por más que luchaba, hacía un buen rato que no le obedecían. Sin embargo, cuando estaba decidida a abandonarse a su suerte, una mano aparecida de la nada, asió la suya con fuerza, y la acompañó una voz que le susurró que no había peligro. Se prepararon para que aquel enorme torbellino los tragase, como si fuesen un pequeño aperitivo azul, y en aquel preciso instante en el que se miraron, los absorbió. Fueron dando trompicones contra las curvas azuladas de algodón, esparcidos y desintegrados en la más pequeña de las formas.  Por momentos, las partículas de la cría formaban círculos elípticos alrededor del otro cuerpo, y luego, unidas sus formas se encontraba con diminutos puntitos que la atravesaban durante interminables minutos.

Una alarma antiincendios sonaba, a lo lejos, a través de la noche. Aquel chirriar despertó a Seara de su sueño; con los párpados a medio abrir intentó, en vano, que sus músculos también despertasen. Miró, de nuevo, todas aquellas fórmulas garabateadas en su libreta, y entonces, su mano, que hasta aquel momento, parecía inerte, agarró el lápiz y comenzó a despejar aquella incógnita que le faltaba por resolver. A punto de amanecer, Seara, suspiró aliviada.
Gracias, Everett, dijo mirando al cielo.

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