Aquella puerta siempre había estado cerrada. Día tras día la veía al pasar y sus ojos se posaban en ella en un acto ya en contra de su propia voluntad. La curiosidad por aquella puerta iba en aumento y en su imaginación ya se habían forjado mil y un mundos diferentes cada uno más alocado y excéntrico.
Los días tristes, cuando fuera llovía y hacía frío, detrás de aquella puerta la penumbra dominaba. Sinuosas figuras grises se alzaban entre la oscuridad y sus lamentos se confundían con el aullido del viento, y la tristeza crecía en su interior hasta ahogarle de impotencia. Odiaba aquellos días y sin embargo le hacían sentir la inspiración.
Otras veces, cuando por la ventana un rayo de sol iluminaba la estancia, la alegría que le embargaba le hacía pensar los buenos momentos, en cielos despejados y ríos cálidos y transparentes; y en el olor de la lluvia en verano, cuando hace días que no llueve y una ola de frescor y bienestar te invade por unos momentos. Detrás de la puerta...
Y si no entendía qué hacía allí, un desierto absurdamente inmenso se alzaba bajo el fuego abrasador, y un acantilado cortaba su camino.
A veces, un poco borracho, los animales hablaban, los peces volaban y los pájaros buceaban, no hacía frío ni calor y las estrellas parpadeaban al ritmo de la canción, din,din,din,din,don...
La puerta inexpugnable al final un armario lleno de libros resultó.
Y todas sus expectativas cumplió.
2 comentarios:
Me ha gustado!
no te creas que a mi me convence mucho eh?
simplemente lo escribi
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