jueves, 18 de febrero de 2010

La Red. (5)


CAPÍTULO 5

VIERNES


Los días sucesivos se desarrollaron en una extraña normalidad. La Red creó grupos de reconstrucción para las ciudades afectadas por la guerra, así como una primitiva policía armada formada por los ex oficiales de ambos bandos que aceptaron trabajar para ella a cambio de promesas de buena voluntad, buena retribución y protección y ayuda a sus familias. Ordenó que, aquellos que pudiesen, regresasen a sus empleos habituales, y que los que no tenían un trabajo o lo hubiesen perdido durante la contienda acudiesen a las oficinas provisionales de colocación. 
Su talante en aquellos primeros meses infundió confianza en los habitantes del planeta, hartos de una guerra que había costado millones de vidas y cantidades ingentes de dinero destinado a armas, tecnología y tropas. Aquella vuelta a la rutina era más esperada de lo que muchos hubieran osado a apostar, y una gran mayoría de personas pusieron el hombro para ayudar a levantar su mundo devastado. Pocos fueron los que se negaron a trabajar para un ente incorpóreo y desconocido, y Ella no le dio importancia, en principio.


Las fábricas retomaron poco a poco su actividad, se reanudaron los sistemas de suministros y transportes, las tierras volvieron a ser cultivadas, y los negocios que habían cerrado empezaron a abrir sus puertas de nuevo ante una clientela que soñaba con un futuro en paz y ordenado por alguien que no podía más que pensar en el bien común. Aquella situación abría en las mentes de los ciudadanos ideas de renovación, de cambio social, de un nuevo mundo, mejor y más limpio. Las películas que habían visto, aquellas que hablaban de coches voladores y neveras inteligentes para todos, volvían ahora a sus cabezas con renovada fuerza e ilusión. Y no podía ser de otra forma, como en otros momentos de la historia: siempre que la ciudadanía de un país que sufre hambre, guerras o tiranía, ve en un nuevo dirigente o en un nuevo sistema político una fuente de esperanza, depositan en ella toda su fe y se entregan a la fantasía como si las cosas fueron a mejorar de la noche a la mañana. Y más de una guerra ha sido motivada por la decepción consecuente.
Pero no en este caso. Si había algo que la Red poseía eran datos. Infinidad de datos sobre la historia y el devenir de los humanos sobre este suelo desde el inicio de sus tiempos. Y no iba a permitirse cometer el mismo error que otros, si podía lograrlo. Ideó muchos planes de emergencia para sacar adelante a empresarios arruinados, fomentó el consumo incentivando el trabajo, dio alas a la creatividad empresarial con ayudas de todo tipo y en todo el mundo, controló los procesos desde la salida del producto de su origen hasta su venta al público... Limitar la acción de los intermediarios incrementó el nivel de vida de agricultores y ganaderos desde China hasta Canadá y al mismo tiempo el de los consumidores. Toda la tecnología desarrollada durante la guerra, empleada en el sector industrial y en investigación, dió un empuje imparable al desarrollo de todo tipo de formas de mejorar la calidad de vida de los humanos, así como en medicina ella misma se encargó de dirigir indagaciones para erradicar las enfermedades que más traían de cabeza a médicos desde hacía décadas. Acabó con la malaria, el cólera, el chagas, el sida o la tuberculosis, entre muchos otros. Y el hecho de responsabilizar a los políticos que habían comandado las fuerzas de ambos bandos de los bombardeos del último día de guerra solventó sobremanera las dudas de los primeros escépticos. 
Ninguno de ellos podía ya para replicar aquellas acusaciones.
Los meses pasaban en una armonía prácticamente perfecta, empañada sólo por algunos grupos de manifestantes que en ninguna ocasión en aquella primera etapa fueron detenidos o molestados, salvo aquellos que violaron las leyes de alguna forma, como algunos saqueos esporádicos en Estados Unidos o intentos militares de golpe de Estado en países del África ecuatorial. A medida que el planeta era reconstruido (a una velocidad pasmosa, puesto que la Red empleó en ello a cuantos desempleados dispuestos encontró, llegando incluso a desplazarlos de mutuo acuerdo a zonas afectadas) comenzaban a gestarse las primeras intituciones propias del llamado "gobierno Red". Entre otras, la Agencia de Supervisores iba tomando forma, aunque aún no tenían éstos las atribuciones ni los derechos que tuvieron después. La Red eligió este nombre por no implicar imposición o símiles con ejércitos o policías de antaño: simplemente se trataba, según Ella, de un grupo de personas encargado de observar la ley y comprobar que los ciudadanos de la Tierra disfrutaban de todos sus derechos, en muchos lugares recién adquiridos, y nunca de ejercer la justicia por su mano, sino de dedicarse a entregar a los delincuentes al juez más imparcial jamás imaginado: un inmenso Procesador.
Éste había sido construido en un tiempo récord pocos meses después del fin de las hostilidades en el mismo centro de la antigua Washington. Obreros de todo el mundo acudieron a las obras acuciados por un sueldo que no podía ser despreciado: ningún albañil, aparejador, constructor o soldador había cobrado tanto jamás. Y no estaban las cosas para preguntarse por el interés de la Red en construirse semejante edificio. Simplemente lo quería, y parecía que se trataba de centralizar sus sistemas en uno, pero era algo más que eso. Los pocos atentados que se produjeron contra servidores del sistema y líneas de fibra óptica hicieron ver a la Red que sin un búnker que contuviese su capacidad de cálculo, su memoria, sus datos, su poder... era vulnerable. Si lograba aislar sus principales vías de control del resto del mundo, podía considerarse a salvo. Pero nadie tenía tiempo para pensar en esto en aquel momento en el que la Red estaba creando el mundo perfecto para sus habitantes. 
Parte de este mundo perfecto era el Sistema de Educación, también una de las primeras instituciones que creó la Red. El ciudadano medio ya no sabía qué mas podía pedirle a aquella madre que cuidaba de sus retoños con tanto mimo. Los hombres y las mujeres tenían trabajo.  Los ancianos accedían a un sistema de pensiones en el que no necesitaban remuneración: su carné de jubilados les daba acceso a miles de productos, viviendas y facilidades de forma gratuita. Los niños y adolescentes recibían una educación gratuita y de una calidad indiscutible. Años y años pasaron en aquel dejarse llevar.  

En el citado Sistema de Educación se encontraban acabando sus estudios Kyra y Raun cuando aquel incidente cruzó sus caminos. El incidente que los había metido en el furgón y que los llevaba a Inspección Disciplinar. No les dejaban hablar, así que fue un duro viaje en la oscuridad esposados a sus asientos y rodeados por cuatro Supervisores con pasamontañas. Al llegar a las dependencias les condujeron a calabozos separados. Raun fue a parar a una celda en la que había otros tres chicos de se edad. Tampoco cruzaron palabra, bajo la mirada fría e imperturbable de dos hombres armados. Pasó tal vez media hora, y uno de ellos llamó a Raun y lo llevó a una sala de interrogatorios en la que un hombre enfundado en un traje gris analizó desde su silla lo que parecía ser algún tipo de historial, dejándolo caer sobre la mesa después. Raun, sentado enfrente, se preguntaba hasta qué punto se había metido en líos.
- Bien, eh... Raun. Tu historial está limpio, tus tests muestran que eres un buen chico, trabajador y estudioso, y que quieres trabajar en Sistemas. No entiendo qué puede haberte sucedido hoy. ¿Quieres explicármelo? - Preguntó el interrogador.
- Señor, sus hombres se estaban pasando con esa chica.
- Comprendo. - respondió.
- ¿Hacen falta cuatro hombres para detener a una chica? No me meto en lo que haya hecho, no sé en qué está metida, pero, sea lo que sea, esos hombres no midieron sus actos.
- Ya veo. Me han informado de que golpeaste a uno de ellos, al menos. 
Raun se sentía incómodo con aquel hombre que parecía pretender con su tono de voz aparentar cercano y comprensivo.
- Sí, señor. No creo haber hecho algo distinto de lo que haría cualquiera en mi lugar. - dijo.
- ¿Tienes algo en contra de los Supervisores?
La pregunta tenía trampa y Raun no se dejó embaucar:
- No, mientras se ciñan a cumplir su cometido, señor.
El interrogador elevó la vista, que había vuelto a revisar aquellos papeles.
- Tus tests parecen indicar que no mientes. Así lo cree la Red, y yo soy sólo su emisario. Está bien, haremos lo siguiente. Los tests de aptitud están a la vuelta de la esquina y sé que quieres hacerlo bien. Pasaremos por alto este pequeño incidente, y no quedará constancia de tu intercambio de opiniones con los Supervisores que se encargaron de vuestra detención. Sólo te pido que en otra ocasión utilices el cerebro antes que los puños. No quiero volver a verte por aquí. Vete a casa.
Raun no necesitó que le repitiesen la orden. Cogió sus cosas y se marchó. 
No volvió a ver a Kyra en clase hasta los tests de aptitud. Acababan de examinarse de "Estructura", una asignatura dedicada a enseñar cómo estaba organizado el planeta a nivel de ordenación jurídica y política, si así podía llamársele, cuando, al salir del aula entre una multitud de jóvenes, la vio. Se acercó a ella.
- ¡Kyra! ¡Kyra!
Ella volvió el rostro, entornó los ojos y sonrió al reconocerlo.
- ¡Hola!
- ¡Hola! ¡Hace días que no te veo! ¿Qué ha sucedido? - preguntó él.
- Los Supervisores me han suspendido de asistencia a clase pero me han permitido examinarme. En fin, es mejor que nada. - respondió ella con gesto de resignación.
Siguieron viéndose mientras duraron los tests. Durante este tiempo Raun se enteró que Kyra había estado buscando información sobre una gente llamada "la Oposición", dedicados a sabotear la infraestructura de la Red. No se sabía cuántos eran pero sí que estaban repartidos a lo largo del mundo. La Red había identificado el código cifrado de la Oposición en un archivo de Kyra y lo demás ya lo sabía. Por lo visto la habían sermoneado durante varios días y no habría sanción, considerando que no había peligro de que Kyra continuase por aquellos derroteros.
Tras los resultados de las pruebas tuvieron un par de meses de vacaciones en los que decidieron acudir juntos a una residencia para estudiantes en las Rocosas, con el programa de ocio para la juventud de la Red. Raun comenzaba a darse cuenta de que sentía por Kyra algo más que amistad y admiración por aquellos ideales de libertad de los que le hablaba. En sus ojos azules veía un cielo claro, el océano que había visitado en su infancia, el espacio profundo. Podía quedarse en silencio escuchándola hablar mientras sus pensamientos volaban en aquel infinito eléctrico de su mirada. Podía caminar a su lado durante horas viendo cómo la brisa del bosque jugaba con su pelo castaño. Tal vez demasiado jóvenes para saber qué sentían, pero de ninguna manera para vivirlo con intensidad. Pasaron seis semanas disfrutando de su tiempo juntos, tanto que seis minutos pareciesen. Sabían que no podían dejarse descubrir por nadie o los separarían de inmediato, pero sus corazones supieron arreglárselas para encontrarse en el medio de la montaña al caer la tarde, o en la ribera del río al amanecer. 
La sonrisa de Kyra había embrujado a Raun, y ella sentía lo mismo por aquel chico de catorce años que había querido salvarla de los Supervisores, y que le había mostrado un valor inmenso encerrado en una inteligente indiferencia hacia el Sistema. Y bajo la luna de un mes de Julio, unieron sus almas y sus cuerpos al cobijo de la oscuridad de un inmenso manto verde.

En ella y en aquel momento pensaba Raun mientras se ocultaba en las esquinas de su ciudad, avanzando poco a poco hacia las afueras. Si Kyra estaba informada cuando se lo contó, Raun sabría dónde empezar a buscarla.

1 comentario:

Serch dijo...

Hey Man!!
Llevamos meses esperando el siguiente capítulo!
La verdad es que está muy bien y muy currado y estaría cojonudo que terminases la historia...

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