CAPÍTULO CINCO
Recuerdo aquel verano con gran cariño. En agosto David se había marchado de vacaciones a casa de unos familiares, con lo que pude pasar enteramente los días a solas con Susana. Nunca me había enamorado antes y no sabía cómo se suponía que debía sentirme, pero sin duda me había enamorado de ella hasta la médula. Me volvía loco. Mataría por Susana.
El Mundo Exterior
Era jueves a media tarde, una de las horas menos concurridas en la cafetería del mercado. Unas señoras ya entradas en años comentaban las particularidades de muchos de sus vecinos mientras que, de forma rutinaria, daban pequeños sorbos a sus cafés y a sus tés.
— ¡Que sí hija, te digo que ese chico es un perdido! Míralo como anda — parecían observar a un joven que pasaba frente a la ventana del bar — vaya pintas. Si yo fuese su madre ya le habría hecho cortar esas melenas hace tiempo.
La señora Gómez, una afable y regordeta pelirroja sentada al lado de Matilde, parecía asentir a cada palabra de ésta — Si acabará hecho un desgraciado — continuó — como su padre. Mira que abandonar a la pobre de Alberta después de dejarla embarazada…
Las demás contertulias asentían mecánicamente, sin prestar mucha atención, mientras jugaban sus piezas de dominó o daban sonoros sorbos a alguna infusión.
El barman, aburrido, se toqueteaba las puntas de su bigote mientras veía un partido de fútbol repetido que echaban en un canal deportivo.
También estaban en el bar los tres chicos, sentados a otra mesa cercana a la pared del fondo. David contaba con entusiasmo la victoria del equipo de fútbol en que jugaba en la jornada anterior.
— ¡Ganamos dos a cero! La verdad es que no fue nada fácil, ellos van de segundos y nosotros necesitábamos ganar para acercarnos en la clasificación. Por suerte jugar en casa siempre ayuda y bueno… — continuó por un rato dando los detalles del encuentro, la dureza del partido, las ocasiones marradas por sus rivales… Susana lo escuchaba con atención, alegrándose de que su amigo hubiese hecho un buen partido.
Mientras tanto Félix echaba una mirada desencajada hacia la mesa al fondo del bar, sobre la que reposaba un solitario periódico doblado por la mitad.
Todas las demás mesas estaban vacías.