Una mañana nos levantamos, y esa imagen que conocemos ya no se refleja en el espejo. Ha desaparecido. Nos hemos pasado la vida apostándonos delante de cualquier superficie reflectante, que nos deje comprobar como somos, porque la triste realidad es que no tenemos ni idea. Contemplamos embobados esas figuras esperpénticas: los paticortos, los deformes, los obtusos, los divergentes, echando a suertes en cuál de ellos encuadrarnos. Desdibujamos esas líneas que enmarcan nuestras vidas con los pensamientos que rondan las cabezas de los otros, y mientras tanto, también se diluyen las formas, hasta entremezclarse de tal forma que llegará el momento que no sabremos si somos nosotros, o simplemente, el pensamiento de alguien que vaga por el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario