domingo, 5 de septiembre de 2010

UNA PARTIDA DE AJEDREZ (VIII)

Ella estaba muerta de curiosidad pero temía inmiscuirse en la investigación de su compañero. Matías, durante un momento, levantó la vista y percibió la exhaltación en los ojos de su amiga.
- Creía recordar - comenzó diciendo - que hace años en alguno de estos libros había leído algo curioso sobre un ajedrez. Pero mi frágil memora de viejo no me está ayudando.
- ¿Y qué tenía de especial? - le espetó. Y se dio cuenta de la brusquedad con la que había preguntado. Quiero decir - continuó- que no entiendo, que tendría que ver ese ajedrez del que me hablas, conmigo.
Matías no le contestó. Siguió ojeando sus libros hasta que al cabo de un rato salió de su mutismo. Pegó un brinco y señalando con su índice aquella página no paraba de gritar:¡¡¡¡ Lo encontré , lo encontré!!!!!!! Estaba tan entusiasmado con su hallazgo que no se percató de que Carla ya no estaba en aquella habitación. Matías no la necesitaba y creyó que podría ser más útil en la librería. Así que bajó a la tienda a preparar un par de pedidos que habían tenido esa semana. Y allí la encontró él, cuando eufórico, fue a buscarla. Estaba tan nervioso y feliz a la vez, que antes de contarle su hallazgo la estrechó entre sus brazos con tal fuerza que Carla sintió como se mareaba.
- ¡Ven, creo que he encontrado la solución!- le dijo entre risas.

Carla no entendía nada. La solución, ¿a qué? Creyó que era una excentricidad de viejo solitario, sin embargo le siguió de nuevo hasta la cocina, y así satisfacer su curiosidad.
- Mira, ¡aquí está! - le señaló con su mano. Siéntate, y le ofreció una silla. Él cogió otra y se sentó a su lado.
Mientras me contabas tu historia, de repente, me acordé de una leyenda que había leído hace ya unos años. Pero no me acordaba a la perfección, por eso he preferido buscarla, para no omitir ningún detalle. Encendió  un cigarrillo y le ofreció otro a Carla. Aspiró una bocanada de humo y lo expulsó pausadamente mientras su mente intentaba relacionar unos hechos con otros.
- Pues bien, - comenzó a decir tras aquella pequeña pausa- cuenta una leyenda que Carlo Magno, gran amante del ajedrez mandó construir uno a sus artesanos. Instalado por aquel entonces en los bajos Pirineos, en su corte, uno de sus soldados de nombre Garyn, ostentaba por aquel entonces el título de mejor ajedrecista del reino. Así la construcción de aquel ajedrez tenía dos funciones: ser el mejor que jamás se hubiese visto y además usarlo para vencer a su contrincante. En aquellos tiempos en los que ciencia y arte iban de la mano, cuentan que, el capataz de los artesanos dominaba la alquimia a su antojo y que ante la imposibilidad de transmitir se forma segura sus conocimientos a sus pupilos, decidió usar el ajedrez para tal fin. La construcción les llevó varios años pero una vez terminaron su grandeza saltaba a la vista. El tablero medía un metro por cada lado. Las piezas, de metales precioso afiligranadas, estaban tachonadas con rubíes, zafiros, diamantes y esmeraldas sin tallar pero perfectamente lustradas, y algunos alcanzaban el tamaño de huevos de codorniz. Como destellaban y resplandecían a la luz de las antorchas del patio, parecían brillar con una luz interior que hipnotizaba a quién las contemplaba. La pieza llamada rey o sha, alcanzaba los 15 centímetros de altura y representaba a un hombre coronado montado a lomos de un elefante. La reina, dama o ferz iba en una silla de manos cerrada salpicada de piedras preciosa. Los alfiles u obispos eran elefantes con las sillas de montar incrustadas de raras gemas y los caballos o caballeros eran corceles árabes salvajes. Los peones eran humildes soldados de infantería de 7 centímetros con pequeñas piedras en lugar de ojos y piedras preciosas que salpicaban las empuñaduras de sus espadas.
Como tenía planeado, Carlo Magno organizó un gran festín en la corte. La presentación de su nuevo juguete le serviría para derrotar a su plebeyo, al que le prometió que si ganaba, le concedería el territorio que iba de Aquisgrán hasta los Pirineos Vascos y la mano de una de sus hijas. Pero cuando comenzaron la partida se sucedieron extraños acontecimientos y hasta los concurrentes de aquel lugar fueron atrapados en una espiral frenética que los llevaba a enfrentarlos. Se suspendió la partida hasta que todo volvió a la normalidad y una vez calmados decidieron comenzar de nuevo. Al final fue el soldado el que ganó la partida, aunque por un escaso margen, y le fue concedido el territorio de Motglane, en los Bajos Pirineos. El emperador asustado mandó destruir aquel ajedrez, pero los artesanos que no querían ver destruida su obra lo escondieron en una abadía.
El anciano hizo un alto para tragar saliva y Carla aprovechó el inciso para intervenir.
- Sigo sin entender que tiene que ver todo esto conmigo.
- Espera - la interrumpió- aún no he terminado. Se dice que allí permaneció oculto, custodiado durante mil años hasta que volvió a salir a la luz. Ante la posibilidad de que cayese en manos poco apropiadas decidieron repartir las figuras por todo el mundo. No se sabe de que manera, ciertas personas supieron del fatal desenlace y se pusieron en busca del preciado ajedrez con el único propósito de usarlo en su propio beneficio. Comenzó entonces, y de esto no hay ningún tipo de certeza, una batalla oculta a los ojos del mundo: Blancas contra Negras. Tanto unos como otros se creen poseedores de la verdad; por un lado, los que custodian las figuras blancas están convencidos que aquellos que poseen las negras son el reflejo de la maldad. Mientras, que a su vez, los que ocultan las figuras negras piensan lo mismo del otro bando.
Yo creo - e hizo de nuevo otra pausa- que si de verdad todo esto está ocurriendo sería fácil tomar partido. Todo el mundo teme a la Reina Negra, por algo será ¿no?
Carla se quedó muda. Había recibido tal cantidad de información que ésta vagaba por su cerebro sin encontrar el lugar adecuado para asentarse.

1 comentario:

Serch dijo...

¡Qué buena! ahora tendrán que ir en busca de las piezas a lo Nicholas Cage en la Búsqueda o Harrison Ford en Indiana Jones xD

Se te ve que vuelves con ganas de escribir, me alegro!

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