viernes, 7 de enero de 2011

La caída de la Virgen Roja

Allá por los inicios del siglo XX, Aurora vivía en Ferrol, librepensadora y atea, llevaba ya tiempo urdiendo un plan. Tras un tiempo, escogió al que sería el padre idóneo de su criatura, y tras quedarse embarazada, lo abandonó, y se transladó a Madrid. Allí, en la capital, nació un nueve de diciembre de 1914, Hildegart Rodríguez Carballeira. Los planes de Aurora estaban saliendo a la perfección: su hija, su creación como prototipo de mujer del futuro, pronto dió señales de genialidad. A los tres años, ya escribía, a los ocho era capaz de hablar seis idiomas y a los diecisiete terminó la carrera de Derecho. Activista política desde muy temprana edad en el PSOE, y luego en el Partido Federal, pronto comenzó a ser conocida, e incluso a ser reconocida internacionalmente. Víctima de sus convicciones, fue expulsada del partido socialista, cuando publicó en el periódico La Libertad, un artículo criticando una posible alianza entre el partido y un político reaccionario. Tras esto, es elegida secretaria de La liga española por la reforma sexual , que presidía el doctor Gregorio Marañón, lo que la llevó a relacionarse con personalidades influyentes de la época como  H.G. Wells; e incluso publicó multitud de textos, y una monografía titulada La Revolución Sexual, que en su primera semana en las librerías, vendió 8.000 ejemplares sólo en Madrid.

Pero Aurora no era feliz. A medida que el tiempo transcurría su mente llena de paranoias y confabulaciones, le hicieron ir en contra su propia hija. Más de una vez Hildegart intentó zafarse de las oscuras garras de su madre, de esa protección enfermiza a la que era sometida. Incluso Wells, en un viaje a la ciudad le ofreció convertirse en su secretaría personal. Se irían a Londres, y allí lejos de la potestad materna, le ayudaría a desarrollar todo aquel potencial mal aprovechado. Sin embargo, Aurora no lo permitió, estalló llena de ira y amenazó con suicidarse si ella se marchaba de su lado; no fue la única vez que lo hizo.

La locura de la mujer, viendo que su obra, no era lo que ella había concebido, decidió destruirla. La noche del nueve de junio de 1933, Hildegart murió de cuatro disparos: tres en la cabeza  y uno en el corazón. Hubo quién, en una visión más amable del macabro asesinato, quiso pensar que una posible relación amorosa de la joven había sido el desencadenante del suceso. Sin embargo Aurora, siempre mantuvo que la había asesinado, porque desde hacía años, su hija la amenazaba constantemente con abandonarla.

 Y no podía permitirlo, ella la había creado.

1 comentario:

ADRIANA LAGOA dijo...

Qué bueno Fini, me encantó!!!

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