lunes, 10 de enero de 2011

Cuentos

Escribir, contar, decir, hablar, soñar sobre papel lo inventado, lo que aún queda por descubrir. Cambiar palabras por unos hechos que jamás sucedieron, maquillar ese pasado, historia llena de engañifas de los que un día estuvieron y fueron. Necesito que se oiga el palpitar de mis sienes, cuando en una ecuación maquiavélica, se pone a pensar. Oigo los engranajes, chirriando; como esas ruedas acaban encontrando otra pequeña ruedecita donde encajar, y entonces, todo se pone a funcionar. Escribiendo lo que se esconde tras esa puerta, lo oculto,  jeroglíficos sin descifrar que arrastro hasta el papel buscando alguien que les de sentido. Contar, contar, contar, resuena en mi cabeza como un eco traicionero, y va dando golpecitos de un lado a otro, esperando el momento adecuado para salir afuera, como ese volcán que estalla arrastrando todo a su paso. Y sigo contando, y escribiendo, porque algo me dice ahí dentro que todo son sueños. Sueños, soñar, vivir en una ensoñación permanente sin parar a pensar de donde procede, sin intervenciones foráneas que nos digan que no sirven, que serán en ese futuro, que no llega, pasto de las llamas. Fuego purificador que todo lo soluciona, que todo lo arregla, pero que jamás tocará nuestros sueños, nuestras palabras. Cuentos que se irán con el viento allá donde nadie pueda apresarlos y anidarán en la copa más alta, a la espera de que alguien quiera oírlos. Y cuando la brisa acaricie, de nuevo, esas ramas, las historias brotarán como frutos nuevos a la espera de ser recogidos. Cuentos, cuento, en voz alta, con los dedos, el tiempo que falta para que estos engranajes suenen de nuevo.

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