El enésimo arte: La lectura ¬¬

Hasta hace poco más de 3 días (en realidad exactamente 3 días, pero me parecía más dramático escribirlo así), para mí la lectura consistía en devorar libros a velocidades ultrasónicas, para hacerme la idea de estar viendo una película. Nunca se me pasó por la cabeza sacar nada más en limpio que una buena historia, una de esas que te emocionan, o que te mantienen en tensión y hacen que leas aún más rápido.

 

Pues hablando con uno de los administradores del blog, supongo que se dará por aludido, me comentaba que para él, leer un libro era poco menos que un arte. Nada de novelas facilonas, historias de amor, aventuras, de miedo o policíacas… eso es cosas de niños. Resulta que me decía que incluso en esas obras que lee, supongo que obras reservadas para pocos privilegiados (esos libros llenos de polvo que pueden tener nuestros padres en un estante y quedan tan decorativos), hasta había que releer varias veces cada línea, hacer anotaciones en los márgenes y pensar… ¡pensar! ¡por dios! “¿y dónde está el disfrute decía yo? La lectura es un pasatiempo, algo para, precisamente, dejar de pensar”. Pues nada, que más allá de lograr convencerlo de que realmente esa actitud era más cercana al masoquismo que al disfrute de un buen libro, poco menos que reprenderme por mi poco respeto a las palabras.

Con lo cual, me propuse leer un par de esas obras incunables, de las que más se aprecia el arte de quién las lee que de quién las escribe, a ver si resulta que me estaba perdiendo algo bueno.

El último libro(s) que me había leído yo, tenía poco menos de 8000 páginas. Una historia soberbia me parece. Otro compañero que estaba en la conversación afirmaba que: “Si el libro tiene más de 400 páginas, es que el autor fracasó en su intento de escribir el libro, no supo contar lo que quería”. Está claro que en tono de broma, pero todo esto hace pensar a uno e incluso sentirse un poco bobo. Qué se le va a hacer si me gusta leer un best-seller facilón de vez en cuándo…

Nada, que a partir de ahora, el leer será el octavo o el noveno arte para mi (¿cuántos hay?). A ver si mi pobre mente es capaz de asimilar que (quizá) haya gente más inteligente que yo y deba inundarme de su sabiduría.

Eso sí, el disfrutar de una buena historia, aunque sea facilona o uno de esos libros  que escriben al peso (a más peso más cobran!!), seguirá siendo algo a lo que recurra habitualmente.

Había un matemático que demostró que si ponemos a infinitos chimpancés ante otras tantas máquinas de escribir, de ahí saldrían libros a punta pala, El Quijote, todos los de García Márquez, Stephen King…

Así que… ¿qué coño más da lo que se lea? ¿O es que es mejor un libro de culto escrito por un chimpancé que una novela de esas baratas que venden hasta en el súper?

Solo el tiempo dará una respuesta a estas preguntas. Horror.

Perdón por haceros leer esto, si pa chimpancés… ¡buenos estamos!