La tormenta arreciaba en el corazón de Franz. Una a una, iba arrugando las hojas que escribía. Las arrojaba a la papelera con la maestría inconsciente con la que un jugador de baloncesto lanza un triple. Sin embargo, estaba decidido a sobreponerse a toda desesperación.
Era el día, hoy por fin escribiría algo.
El mejor escritor del mundo, que nunca había escrito nada, se sentía ahogado por un mar de dudas cada vez que su pluma rozaba el áspero papel. Las palabras, irónicamente, parecían hablarle de sí mismo en términos nada halagüeños. No podía mirarlas. Cada nueva letra, un nuevo enemigo.
"Está bien, si no puedo miraros, escribiré sin mirar". Decía palabras a palabras que no le oían, mientras apretaba los ojos con expresión de pesadez abdominal. Su mano apuró unas cinco líneas que por su inclinación, bien podrían desafiar a todo el pelotón del Tour. Nada mal, para haberlo escrito a ciegas.
Entreabrió un ojo para ver lo que había escrito. "Nada" - observó sobresaltado. Allí descansaba desafiante y limpio el papel blanco. Lo miró con aspereza - "Un papel áspero sí, ya me lo advirtió Damien. Sí, dijo: este es un papel demasiado ásp...." - Mientras realizaba tan certera observación, vio por el rabillo del ojo que algo se movía sobre la mesa. - "¡Mon Dieu!" - Las cinco líneas de texto que habían desaparecido estaban reorganizándose fuera del papel y le mandaban a Franz todo tipo de improperios a cerca de su forma de escribir.
Por un momento no dio crédito a lo que veía. Se quedó absorto mirando el curioso vaivén de aquéllas pequeñas hormigas aletradas, los curiosos insultos que recibía, el circo absurdo que había brotado de la tinta de su pluma.
Las letras parecían cada vez más agitadas. Una B mayúscula, usando una D como arco, le lanzó una I a la cara a Franz. El impacto sobre los gruesos cristales de sus gafas los despertó. "¡Aaaaaaah! - Un sonoro golpetazo, como golpear a un árbol hueco con un hueso, sucedió a la pérdida de verticalidad de la silla. Las gafas de Franz salieron volando. El cegato, apalpando el terreno, al fin encontró las maltrechas lentes. Varias letras se habían reunido y parecían blandir la pluma de Franz sobre Señor Áspero. Habían dibujado toda una suerte de artilugios de guerra, y unas mayúsculas de considerable tamaño parecían blandir espadas de tinta y caminar hacia él.
"¡Aviones!" - lo bombardeaban desde el techo. Con una mezcla de pánico e instinto de supervivencia, giró sobre sus talones con intención de salir disparado de allí. "¡¿Rodeado?!" - Era demasiado tarde. El ejército que sin querer había traído al mundo, parecía demasiado fuerte para él. - "¿Qué hago? Aaaaaaah, ¡esto es una locura!"
Una avanzadilla de infantería alfabética había llegado a la suela de sus zapatos. Parecían portar algún tipo de ariete, sin embargo daban vueltas en torno a los mocasines sin hallar la puerta que querían derribar.
Los arqueros lo bombardeaban sin piedad desde el borde del escritorio. Como en toda guerra, corrían ríos de tinta narrando lo que acontecía, la camisa de Franz así lo atestiguaba.
Entre tanto, Franz daba vueltas sobre sí mismo a la vez que hacía exagerados aspavientos con las manos. Parecía algún personaje de una serie de humor haciendo uno de sus números estrella, o el típico indio de spaghetti western que danza en torno a una hoguera, pero claro, ¿cómo combatir a tal enemigo?.
Y así, mientras el mejor escritor del mundo sentaba las bases acerca de la eterna lucha autor-obra, un aullido lejano, posiblemente de un chotacabras, resonaba en la lejanía, distorsionado eso sí, por el eléctrico cántico de cuatro nubes tempestuosas que danzaban al son de las lluvia y el viento: "cshshc, fffff, cshchshch".
2 comentarios:
buenísimo, buenísimo, buenísimo!!!!!!!
jajaja, gracias fini. aunque bueno, aun lo que queda para escribir algo bueno :P
Publicar un comentario