sábado, 31 de julio de 2010

Lágrimas de cristal.


CAPÍTULO UNO




La manecilla del reloj de la estación recorrió con gracia los últimos pasos que le faltaban para llegar a las siete. Al mismo tiempo, el tren en el que viajaba Susana anunciaba su inminente puesta en marcha a los rezagados pasajeros que aligeraban el paso. Un niño pequeño era arrastrado a toda prisa por su madre junto con unas maletas… pronto se perdieron en el tren.
Es curioso cómo, cuando menos te lo esperas, tu cabeza se pierde en pensamientos intrascendentes, cosas en las que nunca reparas, tratando de evadirse  del dolor, ya que, en medio de todas estas cosas en las que me fijaba, estaba Susana.
-- Oye, ¿estás aquí? – me preguntó.
-- Aquí mismo – esperando lo inevitable. Está claro que mi expresión ausente hizo que se alarmara.
-- Ya es la hora… o subo, o me dejan en tierra… -- es muy fuerte, estaba intentando mantener la compostura en un momento así, aunque un creciente brillo en sus ojos delataba su tristeza.
Le acaricié su pelo, lacio y oscuro mientras la miraba y pensaba que decirle. Lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas, aunque continuaba con su impasibilidad fingida. Sequé sus lágrimas con mi pulgar a la vez que la besaba. Sentía como mi corazón se sobresaltaba mientras pensaba que aquel podría ser nuestro último beso.


No es que odie las despedidas, ni nada de eso. Es solo que, a diferencia de Susana, soy una persona débil. Nunca llevé bien eso de sufrir, y menos ese día… ese que fue el día en que nos despedimos. Un día que veíamos tan lejano, meses atrás… parecía que nunca iba a llegar. Pero igual que nos habíamos engañado diciendo que no nos enamoraríamos, que solo jugaríamos a ser una joven feliz pareja en la intimidad del dormitorio, nos engañamos después pensando que aquello iba a durar para siempre. Nos engañamos y cometimos los errores que cometen quienes se enamoran por primera vez.
-- Espera solo un poco más, ¿vale? – la abracé fuerte contra mi pecho y ella trató de hablarme entre sollozos.
-- No p… no puedo.
-- No digas nada, solo un momento. Un último abrazo que recordar. – Pareció que mis palabras se le hubieran clavado como un cuchillo helado.
-- ¡No digas es…eso! Nos veremos pronto… -- sus palabras sonaron tan vacías y tan faltas de convicción que no hicieron sino deprimirme. Mientras la abrazaba en silencio y, aunque haciendo un esfuerzo por contenerme, comencé a llorar y a apretarla entre mis brazos a la vez que ella hacía lo mismo. Visto con perspectiva estoy seguro de que parecíamos un buen par de tontos, allí llorando, en pleno diciembre, abrigados a más no poder a lágrima viva en la estación… seguro que se podría escribir sobre ello.
A veces lo pienso y me parece increíble la lucidez de los recuerdos que tengo sobre este momento. No puedo sino dudar si realmente habrán sido así, o si fue mi mente la que, con el tiempo, fue creando una ilusión romántica sobre el recuerdo original… sin embargo, alguna fuerza interior me dice que todo fue así…
Susana llevaba un anorak rosa a juego con su gorro, una bufanda blanca de punto y aquellos vaqueros que le había regalado y que le sentaban tan bien. Realmente estaba preciosa. Era el 15 de Diciembre del 1998, el sol ya bajo creaba reflejos cobrizos por toda la estación. Era el día en que nos despedíamos. Fue el último día que la vi.
Volví a besarla. La miré por última vez a los ojos. Aquella visión se grabó a fuego en mi memoria y aún hoy no puedo evitar evocarla de cuando en cuando. Su oscura melena le caía sobre los hombros ondeada ligeramente por el viento bajo su gorrito de invierno. Aquellos ojos azules que me volvían loco, que hoy no dejaban de llorar, y a la vez, Susana intentando ponerme su mejor sonrisa para facilitarme la despedida.
-- Te quiero – le dije mientras se me rompía el corazón una vez más. – Te quiero muchísimo.
-- Y yo a ti... – me besó, se dio la vuelta y subió al tren de un salto. Se acomodó en su vagón y mientras arrancaba el tren, nos echamos los últimos besos a través del cristal de la ventanilla, las últimas sonrisas antes de dar rienda suelta a nuestras emociones. El tren se alejó antes de que fuese consciente de la marcha de Susana. Antes de que fuese consciente de su pérdida…
Un día, un solo día en la vida de un hombre puede decidir qué clase de persona va a ser.
Soy Álex Santa Cruz, y mi historia comenzó un lejano 15 de Diciembre del ‘98, a eso de las siete y cinco de la tarde. Fue una tarde extraordinariamente fría.

5 comentarios:

fini dijo...

Muy bien, otro relato...se nos pega la inspiración, las musas han vuelto ya de sus vacaciones... y de lo cúal me alegro. Tiene muy buena pinta Ray, supongo que irás sorprendiéndonos capítulo a capítulo, pero de lo que no me cabe la menor duda es que eres el hombre más romántico del planeta, jajajajaja.

Esperaré con impaciencia la siguiente parte del relato, me come la curiosidad de como lo enfocarás...
un abrazo!!!!:)

Serch dijo...

:D, la verdad, yo también tengo curiosidad por saber como continuará, porque aún no lo sé muy bien...

lo de romántico... lo dirás por Felix, ten en cuenta de que es un joven de entre 16 y 20 años, que se despide de su primer amor, Susana, con la que lleva saliendo cosa de un año... es un tío inteligente y sensible, y contando la historia años después, un montón de sentimientos despiertan dentro de él (por todo lo que pasó q aún no sé), por eso un principio tan aparentemente pasteloso. No tiene nada que ver conmigo... jajaja

enfin, oajalá no acabe siendo otra de mis patrañas esta historia :P

fini dijo...

un periodista le preguntó una vez a una afamada escritora sobre los personajes de sus novelas. El periodista en concreto queria saber q parte de los protagonistas se parecía al escritor. Y ella le contestó que, inevitablemente todos los personajes en el fondo se parecen a uno, por que como un hijo siempre llevan algo de ti: de tus penas y alegrías, de tus vivencias y de la esperanza del futuro.
o sea que por mucho que te empeñes algo de ti siempre estará en Félix, por mucho q te empeñes en negarlo, jajajajajaaja.
Además eres el único en este blog que mantiene siempre una visión positiva de todo, aunque a veces, como dices, resulte pastelosa, mola; no todo van a ser penas.

Vaya rollo me ha salio, se nota q hace q no escribo, por cierto mantengo la esperanza de que sea un buen relato, todo apunta a ello!!!:)))

Serch dijo...

bueno, este relato no creo que vaya a ser solo positivo.
Pero es cierto, creo que todos los personajes tienen que llevar algo de su autor, aunque se haya inspirado en otros ya inventados para hacerlos.

Martín por ejemplo, dice que los personajes son totalmente innecesarios, no sé si fue así exactamente, pero más o menos (ya veo lo que escribes por cierto!! jaja).

Bueno, a ver qué sale de todo esto, lo más divertido es ponerse cada día a inventar un poco de la historia, es un "trabajo" agradecido.

fini dijo...

pues si, es cierto, estoy loca de atar!!!jajajaja, me encanta investigar, pero en lo q se parecen a mi todos mis personajes es q no me rindo jamás....:)

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