domingo, 26 de diciembre de 2010

ESTADÍSTICAS

Hoy es uno de esos días en el que el país se levanta de resaca, con la sonrisa incrustada de oreja a oreja ante los excesos cometidos; estos días vividos en la plena inconsciencia humana, que nos catapultan de Nochebuena a Fin de año sin saber muy bien que ha ocurrido. Llevo tiempo dándome cuenta de que algún desalmado aprovecha esta semimuerte colectiva para sacar a flote cierta información, que de hacerlo en otro momento, haría sonrojar hasta al más memo. Os cuento esto porque acabo de leer un artículo sobre estadísticas, sobre educación, para ser más concretos; y la verdad, no sé si echarme a llorar o alegrarme porque un año más seguimos estando en mitad de la tabla. Nuestro responsable en educación, preguntado acerca de este hecho, nos ha regalado, como no podría ser de otra manera, la mejor de sus sonrisas antes de soltar uno ya de sus tan socorridos discursos: recordó que todos los esfuerzos , que se estaban haciendo, por parte del Gobierno, poco a poco iban dando sus frutos. Supongo que la mayoría de la población, ajena a lo que realmente se cuece, tragarán con la milonga, como de costumbre. Pero por desgracia para una servidora, todos estos datos, no hacen más que desbordar un vaso, que hace tiempo, que está muy lleno; y lo sé bien, porque lo mamo día a día a través de mis hijos, que aún están en edad escolar. Año tras año voy viendo como desciende el nivel exigido, como merman los contenidos de carácter cultural e intelectual y se malgasta el tiempo lectivo en intentar corregir a unas criaturitas abandonadas por sus padres, en manos del estado. Siento como se diluye la esencia de lo que algún día fue la escuela: esa institución creada sólo para la transmisión de conocimientos y el amor hacia la cultura. Ahora, gracias a todos, la hemos destrozado, convirtiéndola en una guardería permanente donde alojamos a nuestros hijos para poder ir a trabajar, donde los maestros, a excepción de unos pocos, descuidan su profesión por el hastío y, otros, porque están cansados de hacer el trabajo que tendrían que hacer entre tres colegas. Hace años, acudí a una cita con un médico, y tras exponerle un montón de quejas sobre el tiempo que llevaba esperando por aquella consulta, me cerró la boca cuando me dijo, que yo para la Seguridad Social sólo era un número dentro de un ordenador, que no servían de nada mis protestas. Hoy  soy consciente, de que nuestros niños, estos que mañana serán nuestro futuro, son simplemente una estadística: un amasijo de números y de letras, apelotonados como borregos, fáciles de dirigir y de engañar. Ahora entiendo porque nuestro ministro está tan contento.

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