sábado, 25 de diciembre de 2010

La dispersión de Rayleigh

- ¡Corre, corre! - dijo mientras me soltaba la mano y comenzaba a trotar hacia una zona de monte bajo. ¡Mira como salta!, acaso no son encantadores estos animalitos - se emocionaba espiando a un conejo que comía algo de hierba entre los matorrales.

A las afueras de la ciudad, rodeando el río, existía una amplia zona verde que funcionaba a la vez de maquillaje para la polución de las fábricas cercanas y de refugio para tortolitos que buscaban algo de intimidad. El ayuntamiento para lavar su cada vez más empobrecida imagen había habitado la zona con algunos animales, con los que pretendían demostrar que la ciudad estaba limpia de contaminación y el aire era puro. Y lo cierto es que por la postal de aquel día lo habían conseguido. El paisaje posaba idílico, con el sol brillando en lo alto y ni una sola nube a la vista.

- No es maravilloso poder disfrutar de un día así. Que romántico. Mira el cielo, ¿nunca te has preguntado por que es azul?. - sonreía y miraba hacia arriba utilizando la mano como si fuera una visera.

Yo que tenía cierto conocimiento en el campo de la física había leído recientemente algunos de los estudios del barón Rayleigh, premio Nobel de física en 1904. Concretamente me había interesado especialmente por la "Dispersión de Rayleight", que explica que la luz es dispersada cuando el tamaño de las partículas es similar o menor a la longitud de onda, y eso explicaba en cierta medida que el cielo sea de color azul. La longitud de onda más corta de la luz azul dispersará más que las longitudes de onda más largas de la luz verde y roja.

El caso es que estaba colocándome el nudo de la corbata y aclarando la voz con un suave carraspeo dispuesto a disertar sobre Rayleigh, el cielo, la luz azul y su longitud de onda, cuando de repente ella se adelantó y selló mis labios con su dedo índice.

- Cállate tonto. No digas nada. - entonces separó su dedo de mis labios y me asestó uno de esos besos de película, de los que echaban el telón en los cines de antes. En aquel momento se me pasaron muchas cosas por la cabeza, era nuestro primer beso. Alomejor, otro día dejo que me interrumpa sobre la "Dispersión de Mie" y el porqué de que las nubes sean blancas.

2 comentarios:

Serch dijo...

seguro que mi problema es que no dejo que me callen... jejeje

fini dijo...

No hay teoría capaz de acallar un beso, jajajaja

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